La cara que se le ha puesto a este hombre no se debe a que acabe de escuchar, a quemarropa y sin avisar, las opiniones de Mayor Oreja sobre la pederastia o el precio buenísimo al que Camps consigue sus trajes. Podría ser, pero no. Lo que este bailarín neozelandés hacía ayer en Venecia era interpretar una ceremonia maorí, pero no una ceremonia cualquiera, sino una ¡de bienvenida! No se sabe si el rito exige poner esa cara o si es que entre el público se hallaba Berlusconi.
El cambio climático no existe
Hace 1 semana